domingo, 6 de julio de 2008

Asaltantes y Asaltadores Son Víctimas del Mismo Mal


Los asaltos en Santiago Oriente están siendo estudiados ahora con las estadísticas en mano. Es conocido que se producen entre los martes y los jueves de 10:00 a 14:00 horas y entre las 21:00 y 24:00 horas a casas que tienen ”nanas”. Durante el mes de junio se han realizado dos asaltos diarios a propiedades con o sin habitantes en su interior. Los asaltantes están dispuestos a usar la violencia en la medida que esta sea necesaria con armas de todo tipo. No son grupos organizados, son jóvenes, entre 14 y 23 años que se han conocido en el carrete o en las cárceles y se llaman entre ellos por sobrenombres. Provienen de familias fragmentadas y son de clase media baja. La frecuencia de estos asaltos está dictada por el tiempo que les dura el dinero recaudado en el asalto anterior. Todos son reincidentes excepto los novatos que están en la práctica del oficio. Los ingresos de estos delitos los usan para ayudar en sus hogares, comprar ropa de marca y pagarse el carrete y el vicio. Son pocos los que abusan de las drogas pero si muchos del alcohol. Roban objetos que puedan transportar como dinero, joyas, perfumes, cámaras fotográficas, relojes, laptops y armas de fuego. Usan un vocabulario extremadamente grosero para amedrentar a sus víctimas.

El mismo estudio muestra que este grupo va en aumento y que está siendo cada vez más común que los chilenos sean asaltados una o más veces dependiendo del factor suerte pero siempre con resultados físicos y morales inciertos. Las víctimas se encuentran en los locales comerciales o son transeúntes, choferes, trabajadores de bencineras, casas particulares, etc. Nadie puede estar seguro de no convertirse en víctima y como uno de los asaltado declaró en las cámaras de la televisión: “no podemos tener un “paco” en cada casa cuidándonos” después de haber sido este mismo asaltado por segunda vez en su domicilio.

Si de delincuentes se trata, están también los asaltantes de cuello y corbata quienes, con métodos más refinados pero no por eso menos brutales, estafan y engañan sin escrúpulos y en los lugares más imprevistos.

El factor “delincuencia” tiene incidencia en todos los ámbitos nacionales e impide el avance social porque obliga a esfuerzos de prevención cada vez mayores quitando tiempo y dinero en el resguardo personal y familiar. Es común hoy ver al ciudadano chileno encarcelarse en sus casas con rejas y cercos eléctricos y pagando a empresas de seguridad que brindan una confianza relativa pero siempre muy por debajo de las ganancias que estas obtienen. La calidad de vida de los chilenos disminuye cada día más pensando que no son solo estos los problemas con los que las familias en Chile tienen que convivir.

El chileno está desamparado.

“Mal de muchos consuelo de tontos”. El gobierno usa también las estadísticas para atenuar la crítica a la pusilanimidad por este mostrada declarando: “En México y otros países las cifras de la delincuencia son porcentualmente mayores que en Chile, nuestras tasas de delincuencia se encuentran muy por debajo de las cifras mostradas en otras ciudades latinoamericanas”. Pero, ¿qué pueden importarnos a nosotros los chilenos las cifras de los otros países? Se le puede dar esta cínica respuesta a los que recién han sido asaltados y se encuentran bajos los traumáticos efectos de la violencia? Frente a esto solo cabe cuestionar la calidad de “Los Poderes del Estado” quienes ni siquiera entienden lo que origina la delincuencia. Mal pueden llamarse “Poderes” porque el poder siempre implica conocimiento.

Este drama colectivo está exclusivamente compuesto por violencia y ninguna persona “normal” puede aceptar a vivir en el ambiente en que los delincuentes y el gobierno están obligando a la población chilena.

Esta violencia es el resultado del brutal sistema neoliberal imperante y que fue implantado en Chile durante el periodo de la dictadura por los “Chicago boys” con Sergio de Castro a la cabeza. Este personaje es hoy casi desconocido para la mayoría de los chilenos. Fue ministro de Hacienda del régimen militar desde 1976 hasta 1982 y padre del neoliberalismo en Chile, el engendro que más daño le ha ocasionado al país después de los crímenes de Pinochet. Fue de Castro y sus compinches quienes nos embarcaron en esta maldita y deshumanizada aventura económica que tantos problemas no está dando. Los resultados están a la vista. El neoliberalismo salvaje solo produce desgracias y las pruebas se ven todos los días en los noticieros o se sufren en carne propia.

Nadie nace delincuente. El delincuente se forma y hay factores puntuales que ayudan a que esto suceda. Las fragmentación familiar, la mala educación mercantilizada son unos de los principales, la falta y la desigualdad en las oportunidades, la precariedad en los trabajos, la cesantía, el desarrollo disparejo, el hacinamiento y la vivienda exigua, la mala alimentación, la carencia o mala calidad del tiempo libre, la feroz propaganda comercial que junto a las drogas y el alcohol contribuyen a la desensibilización individual.

Frente a este lamentable cuadro solo resta preguntarse: ¿quién gana con todo esto? La respuesta es: Los mismos de siempre. Los grupos económicos, los retails, los bancos y las grandes empresas, los dueños de la economía quienes obligan a sufrir “la doctrina neoliberal de chock”. Ellos son los que crean las fuentes de trabajo y los que mueven el país a un precio demasiado alto. Allí está la competencia adquirida en caros colegios donde aprendieron la fórmula para seguir explotando. Son los que manejan el crédito y dictan las normas a través de sus juniors en el congreso y gobierno y quienes compran justicia a su medida. Son los que ejercen el lobby, manipulando y extorsionando descaradamente a la sociedad. No les interesan los problemas sociales mientras estén vigentes las condiciones del modelo por ellos creado, implantado y mantenido. Nada les va importar si un vecino fue asaltado, no tuvo dinero para pagar la universidad o le faltó plata para la comida.

Es por eso que cada vez que una persona es asaltada, debe esta saber dirigir sus reclamos y pedir las explicaciones a la instancia correctas: El gobierno de la Concertación. Este ha estado en el poder 18 años y es el que ha formado a estos jóvenes que nos están asaltando, que ha permitido que la educación sea de mala calidad, que no ha sabido crear las oportunidades, pero si la privación y la cesantía manteniendo y defendiendo las reglas del dominio de los intocables capitalistas, son ellos los que viajan por el mundo buscando contratos de comercio multimillonarios para los ricos pero que a los trabajadores los tiene y mantiene en la precariedad, que prefiere invertir los dineros del superávit presupuestario en el extranjero en lugar de invertirlos en sus jóvenes algunos convertidos en asaltantes, que ha vendido el país a las transnacionales y que nada hace para que los minerales que son el sueldo de Chile vuelvan a ser chilenos.

Hay que seguir creyendo en los jóvenes de un Chile que se pone de pié y exige ser decente. Que los asaltados y los asaltantes como, víctimas de un mismo mal, algún día, puedan vivir en un país en paz donde se pueda dejar la puerta de la casa abierta y nadie le entre a robar porque sencillamente no existe la necesidad ni el deseo de hacerlo.

Nota: Otros de los pertenecieron al grupo de los “Chicago Boys” que colocaron a Chile como primer país cuna del neoliberalismo en el mundo: Pablo Barahona, Álvaro Bardón, Hernán Büchi, Jorge Cauas, Miguel Kast (fallecido), Roberto Kelly, Felipe Lamarca, Rolf Lüders, Juan Carlos Méndez González, Juan Ariztía Matte, José Piñera, Cristián Larroulet.

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